lunes, 5 de octubre de 2009

Algo sobre los Inicios de la Casa de Monedas de Mexico


Instrumentos de cambio prehispanicos.

Cuando Hernan Cortez llega a Tenochtitlan ve una ciudad organizada en lo politico y administrativo. Con ciudades del mismo tamaño que las de Sevilla y Cordoba. Plazas tan grandes como la ciudad de Salamanca. En esa epoca se mercaba con joyas de metales preciosos, de plomo de platon, cobre, estaño, piedra de hueso, conchas y plumas. Todo tipo de aves, plantas medicinales, barberos, frutas ,etc

Los pobladores de Imperio tenochca utilizaban en cacao como bebida y como moneda. El comercio se efectuaba mediante trueque; los mercaderes llevaban navajas de obsidiana, pedernales, cascabeles, agujas ,cuentas, anillos y barbotes de oro, mantas labradas tejido de hilo torcido y recibian a cambio cacao, plumas, pieles, y piedras preciosas. Ya desde ese entonces se tenia un tribitario, estos se cobraban en mantas finas, tilmas de labor culebreadas, tilma de algodon lisas, cuáyetl y huipilli, máxtli finos, esteras, pieles, cargas de chile, de algodon, gallinas , conejos, venados, sal en grano.

Se vendia el oro en granos como se sacaban de las minas, este se utilizaba como cualquier cosa que se trocaba, no se utilizaba como moneda de cambio.

En 1521 se rinde Cuahutémoc, ultimo emperador azteca y tenochtitlan cae en manos de hernan cortez.

En 1522 recibe el nombramiento de gobernador y capitan general de lo que bautizo la Nueva España.

Como Cortez requeria separar el oro de sus arcas del Quinto del Rey o Quinto Real, que era un impuesto que se impuso a la extracción de metales preciosos, principalmente el oro y la plata dentro de los territorios de lo que fue la América española. Este impuesto era cobrado por la administración colonial a través de la figura de las Cajas Reales, llegaba a manos de la monarquía
española en forma de barras de metal precioso. para transportar lo máximo posible del Quinto Real en las naves hispanas de la época, hubo piezas de arte que fueron fundidas para transformarlas en barras de oro o de plata y así facilitar su transporte. Por ello, son escasas las piezas de arte de dichos metales de las épocas Precolombinas.

Algunas de estas piezas se libraron del Quinto Real, y a la vez de la fundición, gracias al hecho de que ciertos conquistadores que se habían enriquecido en las Indias, conservaron las piezas que a su juicio fueron las más bonitas para sus residencias.

Otras piezas de oro y de plata se pueden observar hoy porque estaban enterradas en tumbas y porque fueron descubiertas posteriormente, aunque gran parte de ellas fueron presa de saqueadores locales latinoamericanos, que tradicionalmente se han mostrado tan proclives a la fundición de obras de arte en metales preciosos como los conquistadores españoles.

Dos son los cardinales vertientes que se desprenden del rico historial de la Casa de Moneda de México: primero, su carácter de organismo institucional encargado de proveer al país de instrumentos de cambio propios, de regular su emisión y de conceder, por este medio, mayor fluidez al movimiento económico; segundo, su siempre renovado aporte artístico, su capacidad para transformar el mineral en prodigiosas piezas de oro, de plata, de cobre y de bronce que, desde su cuño, constituyen un testimonio invaluable de la historia de nuestra nación. PRIMERAS CASAS DE FUNDICIÓN

Durante los turbulentos años de la conquista, la Real Cédula del 14 de septiembre de 1519 autorizaba a Hernán Cortés para aquilatar, fundir, marcar y quintar el oro labrado atesorado en grandes cantidades en la opulenta México-Tenochtilan, utilizándose para tal fin el Palacio de Axayácatl, padre de Moctezuma segundo... En el actual número 13 de la calle de Moneda, en el Centro Histórico de la ciudad de México, se hallaba en otra época uno de los palacios de Moctezuma, llamado Tlillanalco o “casa denegrida”, por tener las paredes pintadas de negro. Este era el palacio de Axayácatl, padre de Moctezuma Segundo. En 1522 Hernán Cortés lo mandó derribar y se apoderó del predio, al decir del cronista Antonio de León y Gama, gracias a la Real Cédula firmada en 1529, año en el que se hizo construir una casa. Años después, su hijo Martí­n vendió la casona al rey Felipe II, dando fin a un largo pleito por los derechos de posesión. Desde ese momento el espacio se destinó a alojar al virrey, la Real Audiencia y la primera Casa de Moneda.
De tal manera, se establecía la que puede ser considerada como la primera casa de fundición en el territorio de la Nueva España, misma que proporcionaría a los españoles -con el concurso de los hábiles y experimentados plateros de Azcapotzalco-, la práctica que más tarde les permitiría realizar mayores y más elaboradas fundiciones.

Instalado Cortés en Coyoacán, en 1521, y urgido tanto por los apremios reales como por los de su propia gente, dispuso prontamente que se instituyera una nueva Casa de Fundición en ese lugar, para lo cual habilitó una de sus habitaciones y, en presencia de tres oficiales de la corona, procedió a fundir lo que redundó en “más de ciento treinta mil castellanos -la unidad principal de la época-, cuya quinta parte fue enviada al rey de España en carácter de quinto real“.

De la segunda Casa de Fundición no salieron, naturalmente, piezas acuñadas a la usanza de las emitidas por las casas de moneda del Viejo Mundo, sino que lo hicieron bajo la forma de tejos estampados a golpes de martillo que, a causa de su rudimentaria concepción, nula o escasa semejanza guardaban con las monedas propiamente dichas, ya que difícilmente se hayaban dos cuya forma fuese la misma. Una serie de medidas destinadas a mejorar el funcionamiento de la Casa de Fundición de Coyoacán fueron se tomaron en 1522, siendo las principales el nombramiento de varios funcionarios encargados de consolidar la administración hacendaria y la creación de nuevos cargos vinculados a las tareas específicas de fundición, siendo el más importante el cargo de “veedor“ de dichas labores.

PIDEN A ESPAÑA INSTALAR UNA CASA DE MONEDA.

En 1526, el visitador Luis Ponce de León arribó a tierras mexicanas provisto de nuevos cuños para marcar apropiadamente el oro y la plata, y con la expresa encomienda de considerar la conveniencia de establecer en el país una Casa de Moneda. Múltiples debieron ser los inconvenientes que la falta de un medio de cambio estable y uniforme ocasionaba en la naciente colonia, puesto que el 5 de abril de 1528 Nuño de Guzmán, gobernador de Pánuco, recibió una orden real en el mismo sentido y todavía cuatro años más tarde, el presidente del Cabildo de México, Sebastián Ramírez de Fuenleal, reiteró la recomendación de don Juan de Salmerón sobre la conveniencia de instaurar la ya imprescindible casa de moneda. Sin embargo, tales gestiones no tuvieron resultado inmediato y, entretanto, la Casa de Fundición siguió operando en las Casas Consistoriales, a donde se había trasladado.

El motivo de la mudanza había sido doble: en primer lugar, ubicada en la Casa de Cortés (que se encontraba aposentado en el ex palacio de Axayácatl, inmediatamente después de dejar Coyoacán), la seguridad de la Casa de Fundición era intranquilizadoramente

precaria, o al menos así lo parecía al Cabildo; luego, los cabildantes preferían ejercer un control más minucioso de la actividad desarrollada en tan importante institución. Por ello, se había mandado construir un edificio que juzgaban más adecuado junto a sus propias oficinas, en el lugar que actualmente ocupa la sede del Departamento del Distrito Federal. FUNDACIÓN DE LA CASA DE MONEDA DE MÉXICO.

Finalmente, junto con la disposición de instituir un régimen virreinal en el territorio mexicano, en la persona del virrey Antonio de Mendoza, se recibió la autorización para la apertura de la tan insistentemente reclamada Casa de Moneda.

Una cédula fechada el 11 de mayo de 1535, que llevaba al calce la firma de la reina, disponía lo anterior, ordenando asimismo la instalación de casas similares en Santo Domingo, Potosí y Santa Fe, con lo que se dio formal comienzo a la prolongada vida institucional de la Casa de Moneda de nuestro país.

Mediante el pago de quinientos pesos anuales, don Antonio de Mendoza se aseguró que la primera Casa de Moneda de América contara para su funcionamiento con un local adecuado, eligiendo para tal efecto la parte trasera de las “casas viejas“ de Cortés, para ese entonces confiscadas por el diligente Consejo de Indias.


El flamante organismo se encontraba situado en el lugar en que actualmente se localiza el Nacional Monte de Piedad. Existen numerosos indicios que señalan que la primera acuñación en la Casa de Moneda de México se realizó en el año d 1536. Las primeras piezas fueron realizadas a mano y tal labor fue muy poco afortunada, tal y como lo consigna una carta enviada en 1537 por Antonio de Mendoza al Rey de España, en la cual informa que si bien los operarios trabajaron durante mucho tiempo “…obtuvieron muy efímeros resultados, pues, a pesar de su experiencia, la moneda se erraba y tenían que hacerla de nuevo una y otra vez…“.Razones similares a las esgrimidas años atrás por el Cabildo para mudar de sitio la Casa de Fundición, impulsaron a trasladar la Casa de Moneda a un lugar próximo a aquella, en los linderos del Ayuntamiento, en 1562 y hasta 1569, año en que el rey ratificó una orden anterior que había sido desatendida, en el sentido de construir instalaciones adecuadas para la casa de moneda.En esta ocasión, la prescripción de la Corona fue acatada con presteza y las obras dieron comienzo en 1570, bajo la dirección del maestro Miguel Martínez, Obrero Mayor de las Casas Reales. La nueva edificación se hallaría dentro del perímetro del actual Palacio Nacional, frente a la calle aún llamada, en nuestros días, “de la Moneda“.

Ya para entonces, la labor que desempeñaba la Casa era de vital importancia para regular el comercio y, consecuentemente, contribuir al ordenamiento de la economía colonial en México, propiedad que se iría incrementando en la misma medida en que la sociedad acrecentaba paulatinamente su grado de complejidad. ACUÑACIÓN DE MONEDAS DE ORO Y PLATA ¿Cuales eran los resultados prácticos de las labores desarrolladas en la Casa de Moneda? …cuartillas, medios reales, sencillos, reales de a dos, de a tres y de a cuatro, todas ellas piezas de plata destinadas a solucionar la falta de circúlate en la Nueva España.

Las primeras monedas eran, sin excepción, del tipo conocido como macuquino, término que define a las piezas de tosca acuñación, bordes irregulares y espesor vario. Sin embargo, no todo el metal que se acuñaba en la Casa era bien recibido por la población de la colonia.

Tal es el caso de las monedas de cobre de dos y cuatro maravedíes, acuñadas en 1542, cuyo valor era considerado tan despreciable que, a pesar de todos los esfuerzos oficiales por impedirlo, eran sistemáticamente arrojados a los canales del Lago de Texcoco, lo que obligó a su retiro de la circulación una década más tarde.

En 1679, dando cumplimiento a lo dictaminado por la Cédula real de 1675, con gran solemnidad se procedió, por primera vez en México, a la acuñación de monedas de oro, también macuquinas por sus características.

Una gran variedad de piezas numismáticas de troquelado y perfección creciente, salió de la Casa de Moneda para difundirse por sitios tan lejanos como los países del Lejano Oriente, que sostenían con México un considerable intercambio mercantil por la costa del Pacífico.

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